jueves, 4 de febrero de 2010

¿Agotar mi Tolerancia y mi Paciencia es sinónimo de Mala Educación? Marisela Silva López.



¿Agotar mi Tolerancia y mi Paciencia es sinónimo de Mala Educación?

Marisela Silva López.




En los últimos días del difícil año 2009, tuve la necesidad de ir a la Clinica 61 del IMSS, mis padres van por cuestiones de salud, --que por su edad es natural estar ahí cada mes-- caso de presión alta, osteoporosis, etc.

Por regla general hay que llegar 30 minutos antes de la cita, en caso contrario se pierde el lugar y el derecho de entrar, a no ser, que sea el último de los citados.

A mis progenitores los dejé 45 minutos antes de la cita, en el sitio acostumbrado y me dediqué a buscar lugar en el Centro de Naucalpan, lugar sumamente innundado --no necesariamente de agua, pues, siempre las coladeras estan tapadas de basura-- de autos, colectivos, camiones, puestos ambulantes. Me sentía como en el centro de Tepito.

Cuando por fin encontré un lugar para estacionar el auto, comenzó a llover, toda la gente corría y yo con paso apresurado llegué a la Clínica, en esos momentos el aguacero era tremendo y para mi asombro el agua comenzó a subir de nivel.

Increíblemente ésta llegó hasta la reja de la Institución, la banqueta ya no se veía, los camiones salpicaban las aguas de lluvia y aguas negras hacia dentro de la Clínica, grandes olas se hacían. Todos los derechohabientes para llegar a tiempo a sus citas tenían que meterse en esas aguas nauseabundas para no perder su lugar.

Mi preocupación en esos momentos era mi auto, primero para estacionarlo, después para que no me lo robaran, y finalmente para que no se me inundara. Mis pensamientos me atormentaban, pues era imposible salir de ahí, la única forma podría ser nadando o flotando --No por gorda, ¡Verdaderamente sé flotar!-- ¡Aunque Ud. no lo crea!

Después de una hora de ver la inundación decidí buscar a mis padres, y no para llorar por tal situación, sino para preguntarles si traían traje de baño, pues sólo nadando podríamos salir de ahí.

Verifiqué en la fila de la farmacia ahí no se encontraban, entonces me dirigí a su consultorio en las sillas no se encontraban, lógicamente estarían dentro con su médico familiar, por lo que tomé asiento observando las caras de preocupación de enfermos y cuentahabientes.

Después de 10 min., mis padres salieron y fueron con la “recepcionista” que da las citas, por lo que me acerqué, esta mujer estaba comprando brasieres, se los media sobre la ropa, con ella se encontraba otra “empleada” también midiéndose la ropa interior –qué bueno que no eran calzónes si así parecían la mujer maravilla, midiéndose pantaletas parecerían Supermán.

Al mencionarle que necesitabamos las citas, esta “señorita” se enojó --por solicitar que realizará su trabajo--y dijo:

--¡Ya lo sé!, no sé si hay sistema –molesta comenzó a picar “sin ton ni son” la pc.

Amablemente le comenté que había llovido terriblemente, que posiblemente tenía razón de que no hubiera sistema –comentario que añadí, para calmar su furia, por pedir que hiciera su trabajo-- Mi paciencia se iba terminando y comence a contar 1,2,3,4,5,... 1016, 1017, 1018... etc.

No había citas para noviembre así que sería hasta 2 de diciembre, y no juntas las citas una a las 14:30 y la otra a las 17:45 pm, por lo que solicité otro día, --sugerencia respondida por una mueca de enojo de la empleada servidora pública que come con mis impuestos-- Mi termómetro de paciencia y tolerancia iba a la baja, para no hacerlas larga retrasó la cita casi 2 meses.

¿Cómo es posible esa actitud y esa calidad en el servicio? --me pregunté-- en fin, en consideración a mis padres, no le recordé a su querida madre --a esta ineficiente empleada del IMSS--.

Nos dirigimos a la farmacia, había una fila de más de 80 personas, --más de 30 minutos para salir de ella--, después de darles a mis padres su medicamento les hacen la observación de que después de las 17:00 pm en la ventanilla 1 les dan un medicamento faltante.

Las mujeres ahí formadas iban colocando las recetas una después de la otra y al final de 27 personas iba la receta de mi madre. Sólo había que esperar 40 minutos para que se nos atendiera.

Ya eran las 17:28 cuando las mujeres que llevaban más de 2 horas y media, desesperadas decidieron ir a ver al Director de la Clínica 61 del IMSS para solicitar su apoyo, para la entrega del medicamento.

Al regresar decidieron irse, pues no les dió ninguna solución, argumentando que aún no llegaba la persona que tiene la llave para entregar el medicamento y si no llegaba antes de las 19:00horas ya no les serían entregadas las medicinas. De esas 45 personas --que ya se habían juntado-- 13 decidieron quedarse.

A lo que las mujeres desesperadas buscando sus recetas comenzarón a revolver el orden, mi termómetro bajó y no pude evitar intervenir. Tome las recetas y comencé a leer los nombres de las personas, quienes se retirarán les entregaba su receta, las que se quedaban se formaban en el orden de llegada.

A las 18:25 el encargado de las llaves –“hombre responsable, puntual, servicial, honesto y trabajador”-- llegó y comenzó a ver las recetas revolviéndolas en el orden en que se encontraban. Por lo que aún gentilmente le indique que las recetas iban formadas.

Este varón con el sello característico de los empleados del IMSS, torció la boca, me miró como mentándomela y de muy mal humor tomó todas las recetas y se alejó.

Después de 10 minutos llegó con una caja de cartón repleta de medicamento y me dijo:

--Aquí está el medicamento, ¡Repártalo!

A lo que aún con mi termométro en cero, pregunté:

--¿Y las recetas?

Se alzó de hombros como valiéndole madre, a lo que mi termómetro de paciencia y tolerancia explotó. Situación que provocó saliera ¡ el HULK ! que llevo dentro –y no es albur-- comencé por decirle:

--¡A ver señor! ¿cómo que quiere que realicé su trabajo? En ese caso voy con el Director de esta Clínica y le solicito que me pague a mí.

Casi todas las personas que estaban en espera de su medicamento la mayoría de clase baja, con ojos asustados, cansados, y desesperados, no se atrevían a decir ni una sola palabra –qué tal y no les daban su medicamento--, ni hombres ni mujeres, ninguno le hizo frente a ese desgraciado. Sólo yo –pero para eso me pinto sola.

Y comencé a decirle algunas verdades:

--Después de llegar una hora con 25 minutos tarde, ¿pretende que haga su trabajo? ¡Está usted pendejo! Su salario sale de mi salario y de todas estas personas que están aquí, sólo esperando a que haga su trabajo. Así que ¡Exijo realicé su labor!

A lo que el empleado, me gritaba que no le faltara al respeto, --pedía respeto, y...... ¿Cuándo él lo había otorgado?

Entre la masa de gente ví a mi madre, que con sus ojos verdes me decía “vámonos”, pero eso hizo que me encolerizara aún más y comencé a recordarle al fulano a su madre, hermana, tía abuela, concubina y demás parentela.

Tomé el medicamento y le dije:

--Haga su trabajo imbecíl, ¡zángano de mierda!

El empleado comenzó a realizar su trabajo, los otros empleados de las ventanillas, con su singular forma despota de atender a los derechohabientes, se metieron en el argüende, pero los puse en su lugar al decirles:

--Si ustedes no se robaran el medicamento, ¡no habría ninguna necesidad de tenerlo bajo llave!.

Por lo cual comenzarón a hacer su trabajo lo más rápido posible.

En esos momentos se le entregó su medicamento a mi madre y le dije:

--Vámonos mami.

En ese instante observé que toda la gente me veía, médicos, hombres, mujeres, y al verlos comenzaron a aplaudirme, ¡Sí! a aplaudirme --tampoco es albur-- increíblemente se me acercó una mujer de la tercera edad y me dijo:

--Gracias hija, --me pregunté ¿hija de qué..?-- ya era hora que a éstos “empleaduchos” los pusieran en su lugar.

Mi madre apenada, mi padre muerto de la risa observaba la escena desde lejos, después me comentó:

--Cuando estabas ahí poniendo en su lugar al ampleado, me pregunté ¿haber callala?... jajajajajaja...

Afortunadamente al salir ya había bajado el agua, no salimos nadando, sino caminando, mi auto estaba sano y salvo, no se lo habían robado ni tampoco estaba inundado.

Yo aún iba proliferando el evento sobre el mal servicio de la Clínica 61 del IMSS, el franelero sonrió y me comentó:

--Así es seño, no es la primera que dice eso...

Dí unas monedas al joven, encendí el automóvil, era viernes, el tráfico estaba imposible, tardé una hora 15 minutos en llegar a casa, cuando siempre hago 20 minutos.

Marisela Silva López.
Enero 2010.